Dios busca a Abram amable y misericordiosamente
Génesis 15:1-21
Quizá ustedes han vivido la escena de cuando salen de vacaciones y llevan niños, apenas van saliendo de la colonia o de la ciudad y los niños ya están preguntando ¿Ya llegamos? Y papá contesta “Espera apenas vamos saliendo, no te desesperes”. Así vamos a ver a Abram en una situación similar, solo que ya habían pasado muchos años después de la primera vez que Dios le dio la promesa de que tendría muchos hijos.
Después de que Melquisedec había bendecido a Abram por la victoria contra los reyes del norte. Pasaron algunos meses o años. Así que lo que tenemos aquí es parte del contenido concreto de la bendición de Dios; es la reiteración del pacto y una especificación de su contenido.
La palabra de Dios vino a Abram “en una visión”. Este capítulo es todo lo que experimentó Abram en esa visión.
¡Oremos!
1. Diálogo de Dios con Abram
Dios y Abram conversan; platican de los términos del pacto. Dios inicia el dialogo; el Dios de gracia busca al hombre. Inicia la conversación con palabras amables. Dice: No temas, Abram. Luego se identifica diciendo: Yo soy tu escudo, y termina su primer parlamento con una promesa; tu galardón será sobremanera grande. Son palabras de gracia y misericordia y de tan profundo contenido.
- Le llamó por su nombre: Abram.
- Le previno contra la turbación y la inquietud: No temas, Abram.
- Le garantizó seguridad y felicidad, Yo soy tu escudo; Y tu galardón sobremanera grande
Abram responde, casi en tono de queja. Dice que no busca y no espera otras bendiciones; lo que más quiere es que Dios cumpla con la promesa de un hijo. Si Dios no cumple con esta promesa, las otras no tendrán mucho valor. Para que tener riqueza, fama prestigio y placeres, si no tiene el hijo deseado. El heredero, a los ochenta años, Abram ya pensaba en un heredero, y éste sólo se veía en un esclavo, apreciado y querido pero esclavo, y eso lo toma Abram como castigo. Acusa a Dios, diciendo: “Tu no me has dado prole”. Abram claramente estuvo decepcionado de su Dios.
Aunque nunca debemos quejarnos de Dios, sí que podemos quejarnos delante de Dios, y para un espíritu fatigado y cargado es un alivio el abrirse y derramar su pena ante un amigo fiel y compasivo, como es Dios.
La queja de Abram era cuádruple: 1. Que no tenía prole; 2. Que no parecía haber esperanza de tenerla, como si dijera: Estoy entrado en años y ya casi me llega el tiempo de morir. 3. Que sus siervos ocupaban al presente, y llevaban trazas de ocupar en el futuro. y, 4. Que la carencia de prole constituía para él una pena tan grande, que le quitaba todo el gusto que pudieran proporcionarle sus satisfacciones.
Dios entiende la frustración de Abram Y reitera su promesa. La promesa que se da en términos de las dudas de Abram; empieza con una negación: No te heredará éste esclavo Eliezer. Refuerza la afirmación con una declaración positiva: Un hijo tuyo será el que te heredará. La promesa antes fue más general, en términos de descendencia; ahora la promesa específica, en términos de un hijo heredero.
2. Promesa ritualizada
El dialogo es extendido, ilustrado y simbolizado. Dios lleva a Abram fuera de su tienda para ver las estrellas y hacer el intento de contarlas. Este será el número de tu descendencia, le dice Dios.
Como un comentario editorial el autor del libro de Génesis, inspirado por el Espíritu Santo, introduce uno de los temas teológicos más importantes de la Biblia: “Y (Abraham) creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Abram ya sabía que era justificado por la fe.
Este tema esta explicado en la carta de pablo a los Romanos para decirnos que con su fe en la promesa de Dios, Dios le otorgó su favor, y no sólo respondió a su expectativa, sino que la superó: le justificó como si hubiese cumplido perfectamente toda la ley. Esto nos explica por qué la fe es la única condición que se nos exige para ser salvos, pues es la única gracia que despoja al hombre de toda su jactancia y da a Dios toda la gloria.
Dios inicia la ceremonia, el rito del pacto, con una auto-identificación. Se identifica en términos de su propósito diciendo que Él es el Dios que le había sacado de Ur de los caldeos a fin de que heredara esta tierra. La palabra “heredar” aquí quiere decir herencia y no recibir como herencia. La promesa es que Abram dejará esta tierra para su descendencia. El énfasis siempre está sobre la descendencia de Abram, y no sobre Abram mismo.
Abram pregunta como lo conocerá. No es pregunta de duda, sino es pedir la simbolización o la solemnización de la promesa, o sea, la ritualización del pacto. Este acto significativo es semejante a lo que se hace en nuestra cultura en la ceremonia de las bodas. Se pregunta “¿qué símbolo se da de que se cumplirá fielmente con estos votos?, y luego se da el anillo. No es que se duda de los votos, sino que la ritualización de los votos es parte del proceso de darlos. Este es el sentido de la pregunta de Abram y la ceremonia que Dios elabora en respuesta.
Dios manda que se elabore una ceremonia semejante a la que se empleaba para concordar convenios entre naciones. La ceremonia se llamaba “cortar un pacto”, ya que se cortaban los animales en mitades y la persona o personas, que hacía o hacían el pacto pasaban entre las mitades como la solemnización del pacto.
Abram prepara la ceremonia y espera. Los zopilotes querían aprovecharse de la situación y Abraham se ocupa en ahuyentarlos. Cuando Abram ya no puede Dios le da el anuncio de los años en Egipto, indicando que lo que se ve como falla o falta está también en el plan de Dios. Amplia también la promesa, el contenido del pacto.
En la noche, exhausto Abram, Dios, en su propio tiempo, se compromete. En la forma de un horno humeando y una antorcha de fuego, Dios pasa entre las mitades de los animales. Es importante notar que Dios se compromete. Él mismo, soberanamente, en un rito solemne, hace los votos de un pacto. Pone su sello oficial sobre las palabras de la promesa. Por su palabra, Dios queda “endeudado”, por así decirlo, con Abram y con su descendencia. Menciona de nuevo la descendencia al especificar los territorios que será la herencia, nombrando los pueblos que en aquel entonces ocupaban estas tierras. Dios es soberano y dueño de todo.
3. Nosotros también somos receptores de la promesa dada a Abram.
Romanos 4:19–25 19Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. 20Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; 22por lo cual también su fe le fue contada por justicia. 23Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, 24sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, 25el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
Fuentes:
Nyenhuis Gerald, “Origen de la Promesa Evangélica” Tomo I, Publicaciones el Faro, 1999.
Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bíblico de Matthew Henry 08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.
