La importancia de esperar en Dios
Génesis 16:1-16
1. Introducción
A veces nuestro padre de la fe no tenía fe a la perfección. Las ocasiones en que falló son múltiples, en este capítulo veremos una de ellas.
Su ayuda idónea era también su compañera de dudas y, según la historia bíblica, también la que inició este lapso de fe. En la historia de hoy vemos que a veces tenemos que esperar a Dios y a veces tenemos que tomar la iniciativa para cumplir con su voluntad. Abram y Saraí tomaron la iniciativa cuando debieron esperar en Dios.
Ya hemos visto cómo Dios protegió su propósito, cuidando a Sara para que no tuviera un hijo con otro hombre, aunque fuese el Faraón de Egipto. Esta experiencia debió haber sido suficiente para enseñar a Abram y Sara la importancia de esperar en Dios. Si Dios tenía un propósito especial para ellos, tal como les fue revelado, lo conveniente para ellos hubiera sido el esperar en Dios. Pero, aun nosotros tenemos problemas a veces en saber si debemos tomar la iniciativa nosotros o esperar en Dios.
2. Sara tiene una idea
Sara a pesar de ser objeto del cuidado especial de Dios, parecía ser más impaciente que Abram, porque fue ella la que sugirió a Abram que ya era tiempo de hacer algo si iban a tener la familia que Dios les había prometido. Pensaban que posiblemente ya era tiempo para ayudarle, ya que le culpaba por la situación, diciendo que Jehová le había hecho estéril.
Sara ya había perdido toda esperanza. El entusiasmo de Abram la sostenía por un tiempo, pero debido a su edad de 75 años, y al mismo tiempo que ya había esperado, decidió ya no esperar más. Concluyó que era imposible que tuviera hijo. Optó por una práctica usual en la tierra y la época en que vivía. Aunque Dios nunca lo había aprobado, en aquellos días era común que un varón tuviera más de una esposa. Muchas veces las “otras” esposas eran “concubinas”, o sea, esclavas. Las esclavas de la casa se consideraban esclavas de la señora, y ella, ama de la casa, podía disponer de ellas como quería. Los hijos de las esclavas eran legítimamente posesión de la dueña y ella podía tratar con ellos como propiedad, excepto cuando eran hijos del amo. En este caso los hijos no eran esclavos, sino hijos legítimos y herederos. Pero los hijos eran legalmente hijos de la dueña. Sara mejoraría considerablemente su posición teniendo “prole”, o sea, hijo que fuera legalmente de ella.
Sara entonces persuade a Abram. La Biblia dice que Abram atendió al ruego de ella. Esto nos deja pensar que Abram quizá esperando un tiempo todavía, y que no estaba totalmente de acuerdo. Pero debido a que ella lo solicitaba, él cumplió con sus deseos. Abram se muestra más como débil aquí que como hombre de poca fe.
3. La solución se vuelve triste
La solución no fue tan fácil y placentera como lo había penado Sara. Agar, habiendo llegado al estatus de esposa, ya no quería reconocer su condición de esclava. Por supuesto, tenía razón según nuestros conceptos de justicia y los conceptos promulgados en el tiempo de Moisés unos 500 años más tarde. Pero debemos recordar que Sara vivía en otro tiempo y de acuerdo a otras costumbres. Lo que ella esperaba de Agar era diferente de las intenciones de su esclava.
Agar, por otro lado no mostró el comportamiento de una creyente, aunque viviendo en la casa de Abram, podemos opinar, sabía que Dios había hablado con su amo, y seguramente sabía del pacto que habían concordado, como también las promesas de este pacto. Además estaba enterada del propósito del trato que tuvo con sus amos; ella pecó queriendo conservar a su hijo para ella misma. Esto lo muestra en su huida. Ella no se identifica con el pacto; no se incluyó a sí misma en el círculo del pacto, ya que, saliendo de la tienda de Abram, su marido, salió del círculo del pacto. Tampoco incluyó en el pacto a su hijo.
Abram era del mismo sentir que su esposa. Después de todo vivía en el mismo mundo y al mismo tiempo. Cuando Sara se quejó del comportamiento indebido de su esclava, Abram le dijo “he aquí, tu sierva está en tu mano”. Antes de juzgar negativamente a Abram debemos notar que el Ángel de Jehová le dijo a Agar, después de que salió, “vuélvete a tu señora y ponte sumisa bajo su mano.
4. Dios ve y oye
El Ángel no solamente mandó a Agar a regresar al ambiente de la promesa, sino también le dio su propia promesa. El niño sería padre de mucha descendencia y tendría un nombre especial. Este nombre es “Ismael” que quiere decir “Dios oye”. El nombre se destaca porque no hay mención en el texto de una oración de parte de Agar, ni de que estuviera dispuesta a orar. Quizá el nombre puesto para un testimonio a Abram y a Sara.
Aunque los tiempos lo permitían, Dios no aprueba la injusticia de ellos, y tampoco el hecho de que tomaran en sus propias manos el cumplimiento de la promesa de Dios. El nombre Ismael les avergüenza y les hace recordar que deben confiar en la promesa de Dios, y que Él oye sus oraciones.
Agar responde llamando a Dios por un nombre especial, que también puso al lugar. El nombre que puso es LAHAI ROI, “El Dios que ve”. Ella, a pesar de que iba huyendo del portador de la promesa, aprendió que Dios la estaba vigilando. Dice las palabras del versículo 13 y 14 con algo de asombro. Las palabras ¿no he visto también aquí al que me ve? Muestra que cayó en cuenta de que Dios la tuvo en cuenta.
No solamente ella, sino también Abram y Sara aprendieron que debían esperar en Dios y esperar a Dios. El mensaje de Dios se dirige principalmente a Abram quien tuvo que aprender a esperar a Dios. Las promesas de Dios son firmes, esperemos su cumplimiento.
Fuentes:
Nyenhuis Gerald, “Origen de la Promesa Evangélica” Tomo I, Publicaciones el Faro, 1999.
Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bíblico de Matthew Henry 08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.
