Primera prueba de Job
Job 1:6-22
- Reunión celestial Job 1:6-12
6Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. 7Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.
8Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
9Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? 10¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. 11Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
12Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.
Aquí tenemos un pequeño vislumbre de una batalla cósmica, una guerra invisible entre Dios y Satanás, una contienda espiritual por las almas de los seres humanos.
Todos debemos reconocer que se trata de algo real, verídico. El pecado original, fue la primera penetración del mal en las vidas de los seres humanos, y sus implicaciones resultan increíbles. Adán prefirió creerle al maligno engañador que a Dios y el resultado es que ahora vivimos en un mundo caído.
Se abre el telón del cielo y se nos concede observar a Dios en una reunión de negocios en el cielo. “Un día vinieron…” se presentan las huestes angelicales. Un ángel significa mensajero, es un ser creado por Dios para servir a Dios y a su pueblo. Son seres superiores a los hombres, pero menores que Dios. Su número son millones de millones Ap. 5:11.
Entre todo este santo contingente aparece otro ángel, el ángel caído que se identifica simplemente por su nombre el Satanás el engañador, el acusador, es de los que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada Judas 6 y 2 Pedro 2:4; es el príncipe de la potestad del aire. (Efesios 2:2), que lidera las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12). Él es el que la Escritura llama “la serpiente” (Génesis 3:1; Apocalipsis 20:2), un dragón (Apocalipsis 12; 20:2), un león rugiente (1 Pedro 5:8), el tentador (Mateo 4:3; 1 Tesalonicenses 3:5), el maligno (Juan 17:15 LBLA), un mentiroso y un homicida (Juan 8:44). Él pecó “desde el principio” (1 Juan 3:8).
¿Qué hace allí este personaje? Aún él ha de dar cuenta de sí mismo a Dios.
“El Espíritu Santo quería que comprendiéramos que no son solo los ángeles del Cielo —que obedecen a Dios voluntariamente y tienen una total disposición y sumisión— quienes le rinden cuentas, sino también los diablos del Infierno —que son enemigos y rebeldes ante Él están obligados a rendirle cuentas de todos sus hechos, y no pueden hacer nada sin su permiso y su autorización.
Fue el Señor el que inició la batalla con una afirmación que esencialmente señalaba a la gloria de Dios: “¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” (1:8). En realidad, Dios estaba dirigiendo la atención al hecho de que ya estaba haciendo patente su victoria sobre Satanás.
El desafío hecho a Adán en el huerto de Edén había traído la desgracia a la Humanidad, pero ahora Dios había revelado un plan mediante el cual salvaría a un pueblo para sí mismo. Job formaba parte de este, y su vida era una demostración de su piedad: una santidad obra de Dios y señal de su fe en el Salvador prometido por Dios.
Allí en Uz estaba la prueba de que la Palabra de Dios, y no la de Satanás, era suprema. Satanás debía considerar a Job como un trofeo de la gracia redentora. Tenía que admitir, después de todo, que la enemistad de la simiente de la mujer contra él ya había demostrado ser eficaz. El pacto de Adán y Eva con la muerte había sido anulado. Su pacto con Dios había sido renovado, y Job era una prueba viviente de ello.
En este pasaje se exponen cuatro características de la personalidad y del propósito de Satanás.
A. Satanás “el acusador”
Es la naturaleza de Satanás el pensar, hablar y actuar en continua y maliciosa oposición a Dios el Creador, y por consiguiente al pueblo de Dios también. Satanás es el acusador de Job. “Él no ve en la piedad de Job nada más que una forma refinada de egoísmo. Job sirve a Dios porque le conviene hacerlo”. En la sala de justicia del Cielo, Satanás es el fiscal. Se dedica continuamente a presentar cargos contra los hijos de Dios. Todos y cada uno de sus actos están centrados en una cosa: nuestra total destrucción.
Satanás nunca cesa de acusarnos. Por eso se nos exhorta a que le resistamos pues es nuestro adversario. Santiago 4:7. Pero nosotros tenemos al mejor abogado a Jesucristo 1 Juan 2:1 “Si alguno hubiere pecado…”
B. Satanás “el vagabundo”. Recorre la tierra en busca de su presa.
En respuesta a la pregunta sobre dónde había estado y qué había estado haciendo, Satanás dijo: “De recorrer la tierra y de andar por ella” (1:7). Es la “confesión de un espíritu vagabundo, errando por la Tierra con la frustración de un león encerrado y atacando a víctimas desprevenidas”.
C. Satanás “el cínico”
“¿Acaso teme Job a Dios de balde?”. Para Satanás, que es incapaz de distinguir ninguna justicia en Job, todo acto de bondad humana ha de tener una explicación siniestra, egoísta o corrompida.
Quitándole a Job su prosperidad, dice, maldecirá a Dios; su justicia se deshará como polvo ante los ojos de Dios (1:11). La idea es cierta en sentido general: muchos confían en Dios tan solo si ganan algo con ello. Así nos advirtió nuestro Salvador, la preocupación por las cosas del mundo, y las variadas atracciones de este, nublan nuestra perspectiva (Marcos 4:19).
No hay respeto a Dios en las palabras de Satanás. A diferencia de Job, Satanás no teme a Dios. Es orgulloso, arrogante, insolente y rebelde, todo al mismo tiempo. Satanás cree la mentira, pues él mismo es mentira. Satanás siempre ha querido ser Dios (Isaías 14:12–14; Ezequiel 28:11–19).
D. Satanás “el atormentador”, está limitado por la soberanía de Dios
Satanás y los demonios están encarcelados, y desde la Caída han estado “en oscuras mazmorras, condenados a cadena perpetua, hasta el juicio del gran Día” (Judas 6 NVI). Están encadenados (Apocalipsis 20:1–6). La cadena puede parecer ser larga, pero sigue siendo una cadena. A la autoridad de Satanás se le imponen dos claros límites: en primer lugar, se le permite a Satanás tocar todo lo que Job tiene, pero no al propio Job (1:12); y en segundo lugar, se le permite herir el cuerpo de Job, pero no matarlo (2:6).
Satanás no puede ni siquiera mencionar a Job hasta que Dios no le invita a hacerlo. Del mismo modo, no tiene ningún poder sobre Job ni sobre sus posesiones hasta que Dios no se lo da. Él no es el soberano de un reino enemigo, sino un rebelde a quien Dios suelta la correa lo suficiente para glorificar su nombre.
Una lección que aprendemos en Job, entre muchas otras, es que todo poder y autoridad pertenecen a Dios.[1]
- Las malas noticias Job 1:12-19
13Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, 14y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, 15y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia.
16Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia.
17Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia.
18Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; 19y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia.
Satanás no es omnipotente, pero es poderoso. Su poder se hace patente en estos versículos en su capacidad de traer sobre Job la enfermedad (2:7), rayos sobre los rebaños y siervos de Job (1:16), así como un viento huracanado que destruye a los hijos de Job (1:19).
El poder de Satanás es derivado. Job estaba completamente a salvo hasta que Dios permitiera a Satanás tocarle. Hasta que Dios no baja la cerca que Él levanta para proteger a su pueblo, Satanás es impotente. “El Señor que tiene el viento en sus puños dio poder a Satanás, y él trajo un gran viento”, comenta uno de los mejores expositores de Job.
Satanás no tiene el poder de la muerte dice Hebreos 2:14–15: “Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”. Satanás utiliza el temor de la muerte para tiranizar, pero él no puede matar.
- Reacción ante las malas noticias. La fe de Job derrota a Satanás Job 1:20-22
20Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró,
21y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
22En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.[2]
Job no respondió de la manera que Satanás esperaba, en vez de blasfemar contra Dios inclinó la cabeza ante Él en oración y adoración humilde.
Aquí tenemos una fe en acción y podemos aprender cinco lecciones para superar el desastre personal.
1.- Permite que el proceso del dolor se efectúe
Job rasgó sus vestidos y se afeitó la cabeza, como expresión de una profunda tristeza y dolor. Lloró abiertamente con infinito dolor.
No es saludable impedir el proceso del dolor, pues somos como una olla de presión en nuestro interior cuando sufrimos, el llanto es emocionalmente terapéutico y sano.
2.- Decide adorar a Dios.
Job adoró a Dios en reverencia humilde, como un acto de su voluntad escogió adorar a Dios, no se puso con el puño cerrado retando a Dios, sino que se humilló y adoró. En cada una de las circunstancias podemos alabar a Dios, pues es inmutable, no cambia, es sólido como roca.
3.- Mantenga una perspectiva eterna.
Job dijo “desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá”, se dio cuenta de que vino a este mundo sin nada y seguramente nada se llevaría. Solo una perspectiva eterna puede producir una clase de contentamiento así.
4.- Confía en la soberanía divina.
Job dijo: “Jehová dio y Jehová quitó” el Señor tiene la prerrogativa divina de dar sus bendiciones y si lo decide, de volverlas a tomar. Job consideraba sus posesiones como dones de Dios, temporalmente prestados, inmerecidos, no ganados. Por consiguiente el Señor tenía todo el derecho de volverlos a tomar cuando quiera.
Sólo Dio es soberano, Él controla todo lo que sucede en nuestras vidas. Ya sea que Él haya enviado esa experiencia penosa o que la haya permitido. Dicha experiencia está allí por decisión divina.
5.- No permitas que la amargura te domine.
Por último Job no dejó que la amargura emponzoñara su corazón, sino que dijo: “Sea el nombre de Jehová bendito”, y en todo esto no peco Job ni atribuyó a Dios ningún despropósito.
La confianza en Dios es un asunto de la voluntad y no depende de nuestros sentimientos. Yo elijo confiar en el Señor y las emociones vendrán después con el tiempo. No vivimos por los sentimientos sino por la fe.
Confiar en Dios no significa que no experimentemos dolor, pero si que creamos que el Señor está obrando por medio de la adversidad para nuestro bien último y para su gloria.
[1] Thomas, D. (2001). Cuando arrecia la tormenta. (P. Escutia, Trad.) (Primera edición, pp. 30–35). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.
[2] Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Job 1:6–22). Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
